Ovodonación. No maternar. Adopción. Método ROPA. Acogida. Paternidad trans. Gestación subrogada. Reproducción natural. Aborto…
Nunca he hecho teatro. Ni en la escuela, ni en el instituto, ni en lugar alguno. Tampoco pensé jamás en ser actor. Pero cada día me subo al escenario del teatro Valle-Inclán, en Madrid, para representar Lengua Madre.
Cuando Lola Arias, nuestra directora, me escribió contándome su proyecto sobre Maternidades, pensé que buscaba un asesor. No en vano llevo 40 años dedicado a la Ginecología y la Obstetricia. Al decirme que me quería como actor, me descolocó y, lo reconozco, pensé que estaba un poco loca. Lo del punto de locura lo sigo pensando. Pero, a estas alturas, yo también estoy un poco loco, porque le dije sí.
Antes, claro, lo hablé con mi marido y mi hijo. Al fin y al cabo, de lo que se trataba era de exponer nuestra familia públicamente. La respuesta de mi hijo fue taxativa. «Yo te apoyo, papi».
Acepté y el 18 de enero empezaron los ensayos. Rodeados de un equipo humano impresionante, nos reunimos por vez primera las nueve personas que actuamos en la obra. Personas de trayectorias vitales muy diversas convergiendo hacia una construcción teatral que, en aquel momento, ni siquiera tenía un guión escrito.
Porque esa era otra. El guión no existía. Fue naciendo de nuestras conversaciones, nuestras coincidencias, nuestros disensos, nuestras vivencias. Todo lo que se representa es real. Hablamos en primera persona porque son nuestras vidas lo que se ofrece, cada noche, cuando se encienden las candilejas.
No ha sido fácil. La idea de abandonar y olvidarse de todo el proyecto pasó por nuestras cabezas más de una vez. A veces pesaban más los roces, las distancias, y todo parecía romperse. Luego volvían los abrazos, el hablar, el apoyo y así, poco a poco, fuimos entretejiendo una casa común.
Cuando tuvimos guión pensamos que todo sería más sencillo. Error. Del libreto inicial se fueron recortando cosas, momentos, añadiendo un día para restar al siguiente. Lola sabía lo que buscaba. Nosotres no y era desesperante que, tras horas aprendiendo un diálogo, una escena, te dijera al día siguiente: «esto no funciona, lo vamos a cambiar». Y vuelta a empezar mientras, entre las bambalinas de nuestras almas, iba naciendo la Lengua Madre que podéis ver hoy.
Su antecesora, Lengua Madre versión Bolonia, tiene un acto menos. La Piedra de la Locura, el capítulo quinto, nació por petición nuestra. Hacía falta mostrar algo que con frecuencia pasa inadvertido. Porque parece que tras la llegada de una criatura todo son alegrías y nubes rosas sobre las que recostarse. No es así. Hay momentos duros, de no poder más. Que para nada matan el amor, pero que están ahí.
La obra de Lola Arias es un fresco compuesto por nuestras historias y nuestros caminos para maternar o no maternar. Que no a todo el mundo gustarán, pero que son reales, que están aquí y configuran otros modelos familiares. Modelos que, desde los unipersonales a los que se extienden a través de un océano, dan textura y color a la sociedad del siglo XXI.
Lengua Madre no trae respuestas, trae preguntas que cada cual tendrá que resolver y, sobre todo, trae una invitación a reflexionar en torno a la palabra madre. Porque ni toda persona que pare es madre, ni madre hay sólo una, ni hace falta parir para ser madre, ni la familia nuclear, esa que consagró el derecho romano, recoge el caleidoscopio de las familias actuales.
Lengua Madre se representa en Madrid, en el Teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional del 11 de marzo al 10 de abril y en el Teatre Lliure de Barcelona del 22 de abril al 8 de mayo.
¡Nos vemos!